Otros habéis llegado hace poco tiempo. Alguno, quizá sea la primera vez que franquea la puerta de esta casa antigua y destartalada. No sé la primera impresión que os produciremos, pero somos como somos y con el tiempo nos iremos conociendo. Así ha ocurrido con todos los que estamos aquí. Cada uno ha venido de lugares distintos y por circunstancias diversas hemos confluido en este salón donde venimos “a charlar de lo humano y lo divino”.
Yo hace cuarenta años que estoy aquí, recibiendo gente nueva. Los que vienen suelen ser gente joven, más o menos como vosotros. Pero algunos de los primeros jóvenes ya se han convertido en “abuelos” y con ellos conservo una amistad entrañable. Hemos vivido experiencias irrepetibles, felices y dolorosas que nos han unido en lo más profundo de nuestro ser. Podemos decir que formamos una “familia espiritual”. Gracias a ellos nos hemos podido reunir en esta casa durante estos años.