Queridos amigos:
Me dirijo a todos los que venís a esta casa de la
calle Prim los jueves por la tarde. Algunos hace años que
llegasteis y a partir de estas tertulias, en las que
hemos hablado de todo lo que se nos ocurría, ha surgido
entre nosotros una amistad que más puede llamarse
“fraternidad de espíritu”. Esto ha ocurrido porque
nosotros así lo hemos querido y nos hemos abierto a ello
y porque nos hemos encontrado con esa suerte misteriosa o
regalo que llamamos “amor y amistad”. Yo doy gracias de
Dios porque cada uno de vosotros es para mí un “tesoro
encontrado”.
Otros habéis llegado hace poco tiempo. Alguno, quizá
sea la primera vez que franquea la puerta de esta casa
antigua y destartalada. No sé la primera impresión que os
produciremos, pero somos como somos y con el tiempo nos
iremos conociendo. Así ha ocurrido con todos los que
estamos aquí. Cada uno ha venido de lugares distintos y
por circunstancias diversas hemos confluido en este salón
donde venimos “a charlar de lo humano y lo divino”.
Yo hace cuarenta años que estoy aquí, recibiendo
gente nueva. Los que vienen suelen ser gente joven, más o
menos como vosotros. Pero algunos de los primeros jóvenes
ya se han convertido en “abuelos” y con ellos conservo
una amistad entrañable. Hemos vivido experiencias
irrepetibles, felices y dolorosas que nos han unido en lo
más profundo de nuestro ser. Podemos decir que formamos
una “familia espiritual”. Gracias a ellos nos hemos
podido reunir en esta casa durante estos años.
No hace falta decir que soy sacerdote y el “cura” es
cura aun después de muerto, aunque gran parte del tiempo,
como veréis, no ejerzo “de cura”. Yo no nací cura, sino
que me metí a cura cuando, después de prepararme, me
decidí a dar ese paso. Antes que cura soy hombre y
cristiano. Por eso según el momento me veréis hablar como
“un hombre cualquiera” (de tejas abajo) como un
“cristiano” o como un “sacerdote” (de tejas arriba). Todo
dependerá de lo que me vayáis pidiendo vosotros. He
procurado siempre ponerme al nivel que se me pida.
La creación de estos grupos de diálogo surgió cuando
se abrió esta casa y forma parte del fin fundacional. Es
necesario ayudar a la gente joven y acompañarla a
desarrollar su personalidad integral. Para ello debemos
ayudarnos a saber reflexionar, expresarse con precisión,
escuchar, dialogar y a través del encuentro personal,
abrirnos a los valores que vayamos descubriendo.
Profundizar hasta donde seamos capaces. Todo dependerá de
la capacidad y empeño que pongamos en esta tarea.
Sigue leyendo: 14enero1999.pdf
Read Full Post »