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Archive for the ‘Cartas a los Jueves’ Category

 Queridos amigos: Me dirijo a todos los que venís a esta casa de la calle Prim los jueves por la tarde. Algunos hace años que llegasteis y a partir de estas tertulias, en las que hemos hablado de todo lo que se nos ocurría, ha surgido entre nosotros una amistad que más puede llamarse “fraternidad de espíritu”. Esto ha ocurrido porque nosotros así lo hemos querido y nos hemos abierto a ello y porque nos hemos encontrado con esa suerte misteriosa o regalo que llamamos “amor y amistad”. Yo doy gracias de Dios porque cada uno de vosotros es para mí un “tesoro encontrado”.

Otros habéis llegado hace poco tiempo. Alguno, quizá sea la primera vez que franquea la puerta de esta casa antigua y destartalada. No sé la primera impresión que os produciremos, pero somos como somos y con el tiempo nos iremos conociendo. Así ha ocurrido con todos los que estamos aquí. Cada uno ha venido de lugares distintos y por circunstancias diversas hemos confluido en este salón donde venimos “a charlar de lo humano y lo divino”.

Yo hace cuarenta años que estoy aquí, recibiendo gente nueva. Los que vienen suelen ser gente joven, más o menos como vosotros. Pero algunos de los primeros jóvenes ya se han convertido en “abuelos” y con ellos conservo una amistad entrañable. Hemos vivido experiencias irrepetibles, felices y dolorosas que nos han unido en lo más profundo de nuestro ser. Podemos decir que formamos una “familia espiritual”. Gracias a ellos nos hemos podido reunir en esta casa durante estos años.

   Para seguir leyendo pulsa aquí 14enero1999  

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Queridos amigos:
Otra vez me apresuro a escribiros. La reunión anterior
fue movida, densa y aparentemente caótica. Alguno de los amigos
comen-taba que fue tan apretada que quizá asustó a alguien que tal
vez saliera huyendo y no volviera otra vez. Estos son los riesgos
que tiene este método donde la “lluvia de ideas” puede convertirse
en aluvión y desastre. Si embargo, si superamos la primera mirada
“superficial” y dirigimos la “segunda mirada” más profunda se
tocaron los temas fundamentales para esta etapa de nuestro grupo.
Yo diría que fue providencial y ni “a posta” se hubiera conseguido
centrar la temática que es necesaria para una nueva andadura de
nuestra “tertulia”.
En primer lugar yo diría a los que se encontraron algo
acomplejados por su silencio, que participar en un grupo de diálogo
no significa “hablar mucho”. Hay momentos en que es mejor escuchar
que hablar. Hay silencios muy participativos. El que escucha en
silencio puede ver mucho mejor lo más profundo del diálogo, los
defectos que se cometen y por contraste, captar cual sería lo
verdaderamente positivo que se echa en falta. Escuchar en silencio
permite emitir un juicio crítico y saber valorar mejor la dinámica
del diálogo. Cuando uno está metido apasionadamente en una polémica,
apenas se da cuenta de cómo va la cosa.
Esto no quiere decir que se deje el campo libre para los que
se apoderan del diálogo y no tengan en cuenta a los demás. No
debemos acaparar la conversación de tal modo que impidamos
participar a los que quieran hacerlo. Y debemos darnos cuenta de
que a todos les gusta “meter baza”.
Otro tema que creo que quedó clarificado fue la distinción
entre “Filosofía” y “Teología”. Ya lo decía en la última carta, la
Filosofía es “el conocimiento sistemático de todas las realidades,
buscando el último “porqué” y usando solamente la razón natural”.
Es la búsqueda humana de la verdad hasta donde se pueda llegar con
las fuerzas naturales. Los antiguos la definían: “scientia omnium
rerum, per ultimas causas, naturali lumine acquisita”. Es
desarrollar esa inquietud que tienen los niños cuando empiezan
preguntar : “por qué ?” Todos somos de alguna manera filósofos
cuando nos “asombramos” ante la vida y no dejamos de preguntar el
“por qué” y el “para qué”.

Sigue leyendo: 5_marzo_1999.pdf

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Queridos amigos:
Otra vez me atrevo a escribiros para completar algunos
conceptos que en la anterior no tuve más remedio que pasar por
alto para no alargarme más. Como habréis observado en nuestras
reuniones, hay tantas cosas de las que hablar y de las que
necesitamos aclarar ideas que es imposible decirlas todas de
una vez. Cada paso que avanzamos se abre más el horizonte de
todo lo que puede ser objeto de nuestras tertulias.
La razón de todo ello es que la mente humana tiene avidez
de conocer todo lo conocible y en la medida en que avanza en
su conocimiento se abre la puerta de todo lo que ignoramos.
Cada vez que sabemos más, experimentamos nuestra ignorancia.
Es la “docta ignorancia” de los sabios.
Solamente puede aprender el que conoce sus limitaciones y
está conven-cido de que necesita de alguien que le enseñe. El
que piensa que nadie le puede enseñar se encierra en su propia
ignorancia.
Pero todavía es más funesto pensar que toda educación es
manipulación y rechazar la posibilidad de que los hombres
enseñen y aprendan. Es el individualismo absoluto que pone la
autonomía y autosuficiencia como atributo máximo del ser del
hombre. Es el “solipsismo” que degenera en autoidolatría y que
si abrimos los ojos vemos a nuestro alrededor. Y lo más grave
es que esta visión del hombre se ha convertido en la filosofía
que subyace en otras ciencias humanas, como la psicología y la
educación. Es muy difícil descubrir y refutar esta concepción
del hombre y estudiar las consecuencias negativas para la
sociedad y para el mismo hombre. Pero no habrá más remedio que
decidirse a realizar un debate serio y desen-mascarar la carga
destructiva de esta filosofía aparentemente inocua.
En mi carta anterior os hablaba de los diversos niveles
epistemológicos y del respeto que merecen las ciencias en sus
objetos y sus métodos. La confusión de estos niveles produce
en nosotros un caos mental y un desgarro cerebral. Nos metemos
en callejones sin salida y nos creamos problemas insolubles.
Hoy quisiera insistir en dos ciencias que suelen llamarse
“instrumentales o formales”. Son instrumentos de los que se
sirven las otras ciencias. Sin ellas no sería posible la
sistematización de los saberes humanos. Los mismos datos de
los que partimos para pensar, si no los ordenamos y los
relacionamos unos con otros de forma que podamos
intercambiarnos los conocimientos, constituirían una nebulosa
informe que se desarrollaría en el interior de cada individuo.
No podría haber comunicación entre los hombres.
La primera y fundamental de estas ciencias es la LÓGICA. Por
medio de ella descubrimos “el recto orden de nuestros
conceptos”. La mente humana necesita ver la relación existente
entre unas ideas o proposiciones y otras. Necesitamos “ver” la
conexión que existe entre las “palabras” y las “afirmaciones”
de los que dialogan con nosotros. Si no existe cierta
“homogeneidad” lógica no podemos entendernos ni realizar el
“diálogo constructivo”, es decir, un diálogo por el cual nos
enriquezcamos mutuamente y avancemos con las aportaciones de
los demás.

Sigue leyendo: 22febrero19992.pdf

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Queridos amigos:
Me dirijo a todos los que venís a esta casa de la
calle Prim los jueves por la tarde. Algunos hace años que
llegasteis y a partir de estas tertulias, en las que
hemos hablado de todo lo que se nos ocurría, ha surgido
entre nosotros una amistad que más puede llamarse
“fraternidad de espíritu”. Esto ha ocurrido porque
nosotros así lo hemos querido y nos hemos abierto a ello
y porque nos hemos encontrado con esa suerte misteriosa o
regalo que llamamos “amor y amistad”. Yo doy gracias de
Dios porque cada uno de vosotros es para mí un “tesoro
encontrado”.
Otros habéis llegado hace poco tiempo. Alguno, quizá
sea la primera vez que franquea la puerta de esta casa
antigua y destartalada. No sé la primera impresión que os
produciremos, pero somos como somos y con el tiempo nos
iremos conociendo. Así ha ocurrido con todos los que
estamos aquí. Cada uno ha venido de lugares distintos y
por circunstancias diversas hemos confluido en este salón
donde venimos “a charlar de lo humano y lo divino”.
Yo hace cuarenta años que estoy aquí, recibiendo
gente nueva. Los que vienen suelen ser gente joven, más o
menos como vosotros. Pero algunos de los primeros jóvenes
ya se han convertido en “abuelos” y con ellos conservo
una amistad entrañable. Hemos vivido experiencias
irrepetibles, felices y dolorosas que nos han unido en lo
más profundo de nuestro ser. Podemos decir que formamos
una “familia espiritual”. Gracias a ellos nos hemos
podido reunir en esta casa durante estos años.
No hace falta decir que soy sacerdote y el “cura” es
cura aun después de muerto, aunque gran parte del tiempo,
como veréis, no ejerzo “de cura”. Yo no nací cura, sino
que me metí a cura cuando, después de prepararme, me
decidí a dar ese paso. Antes que cura soy hombre y
cristiano. Por eso según el momento me veréis hablar como
“un hombre cualquiera” (de tejas abajo) como un
“cristiano” o como un “sacerdote” (de tejas arriba). Todo
dependerá de lo que me vayáis pidiendo vosotros. He
procurado siempre ponerme al nivel que se me pida.
La creación de estos grupos de diálogo surgió cuando
se abrió esta casa y forma parte del fin fundacional. Es
necesario ayudar a la gente joven y acompañarla a
desarrollar su personalidad integral. Para ello debemos
ayudarnos a saber reflexionar, expresarse con precisión,
escuchar, dialogar y a través del encuentro personal,
abrirnos a los valores que vayamos descubriendo.
Profundizar hasta donde seamos capaces. Todo dependerá de
la capacidad y empeño que pongamos en esta tarea.

Sigue leyendo:  14enero1999.pdf

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