I
Señor, qué grande eres,
la inmensidad no puede contenerte,
el universo es una pavesa
desprendida del fuego de tu hoguera.
Los años luz que rompen nuestra mente
cuando intentamos hacernos una imagen
de tales magnitudes
son para ti canicas pequeñitas
en las manos de un niño.
Cuando contemplo la grandeza del cielo
en la noche estrellada
tu aliento tibio y puro
penetra en mis entrañas
como el perfume dulce
del seno de mi madre.
Qué grande es tu belleza,
Señor de la belleza.
Cuánta hermosura salió de tu palabra
el dia de la creación.
Las auroras y las puestas de sol,
los paisajes de belleza infinita,
las flores de colores radiantes,
los insectos de diseños ocultos,
todo es para mí,
hombrecillo pequeño y solitario,
una sonrisa cercana y cariñosa
que cura soledades
y hace que no me sienta
nunca solo.
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